En junio
2016 -hace un año- escribía para Prodavinci.com y reportaba que
“Hay hambre en las Escuelas” era una situación que los docentes comenzábamos a
comprender en toda su magnitud y atender según nuestras capacidades. Abrimos
las escuelas en vacaciones con el programa Escuelas Solidarias para alimentar a
nuestros alumnos con riesgo nutricional, aprendimos a medir la circunferencia
del brazo de nuestros alumnos para determinar riesgo nutricional. La
alimentación ya no era solo un tema más a enseñar que encontrábamos en nuestros
libros, sino que se ha convertido en uno de los factores más determinantes de
la realidad de nuestras escuelas, afectándola en sus raíces y posibilidades.
En el mes de
marzo pasado hicimos un censo, entrevistamos a 5.432 estudiantes de 6to grado y
429 docentes de 510 de nuestras escuelas estadales. Los resultados son
abrumadores. La escasez de alimentos, el costo del transporte, la inseguridad y
los salarios de hambre de docentes, obreros y administrativos han trastocado
dramáticamente el día de clase.
El 38% de los
alumnos dice que se acuestan a dormir con hambre y el 74% tiene temor a
quedarse sin comida en casa. Tenemos familias (14%) que no envían a sus hijos a
la escuela cuando no han podido comer en casa, los dejan durmiendo para el
ahorro de energía. Cuando es el día de buscar comida el 38% de los alumnos
falta a la escuela para acompañar a sus padres y ayudar a proveerse. Cuando los
alumnos van a la escuela muchas veces se encuentra que su maestra no está, el
58% de los docentes reporta faltar semanalmente a su trabajo por buscar
alimentos. El hambre y la escasez rompieron la rutina escolar y con ello el
clima de aprendizaje y progreso necesarios.
Junto a los
problemas de alimentación la situación de inseguridad ha alcanzado niveles
realmente preocupantes, mientras en 2016 el 8% de los maestros reportaban
situaciones de enfrentamiento entre bandas o tiroteos en el entorno escolar,
este año 35% reporta afectación por esa causa. La violencia delincuencial se ha
convertido en un factor significativo en la asistencia o no a clases.
Como resultado del hambre y la violencia estamos experimentando una pérdida significativa de alumnos que son retirados o han abandonado la escuela, esta es una situación tan grave como novedosa. En Venezuela no habíamos logrado que el sistema escolar creciese en cantidad y calidad necesarias para incorporar a la totalidad de nuestros niños y adolescentes, pero perder a los alumnos que ya teníamos en el sistema es una situación que nunca se había presentado en esta magnitud. En nuestras escuelas perdimos el 8% de nuestros alumnos de preescolar y primaria y el 13% de los estudiantes de bachillerato. Estamos hablando de más de 10mil estudiantes que abandonaron las escuelas de Miranda durante este año escolar. El incremento de niños y adolescentes deambulando en las calles no es casual, se corresponde con lo que hemos constatado en el censo.
Si se proyectan
las cifras de abandono escolar a nivel nacional, estaríamos hablando de que más
de 500mil alumnos en edad escolar abandonaron su escuela, engrosando la cifra
que la encuesta ENCOVI 2014 había estimado en 1millón de niños y adolescentes
excluidos. Hoy podría ascender a 1.5 millones.
En agosto y
septiembre del año pasado mucho se habló sobre la posible migración de alumnos
del sector privado al público debido al incremento de los costos, sin embrago
lo que parece haber sucedido es que 500mil niños y adolescentes migraron de la
escuela pública a la calle.
Si el futuro del País se
parece al presente de nuestras escuelas, las cosas no se ven bien. Urge
entonces el fortalecimiento de todo el sistema escolar, especialmente el
programa de alimentación (31% de los alumnos dice que la semana anterior hubo
al menos un día en el que sólo comió comida en su escuela) y el salario de los
docentes, quienes son la columna vertebral de las escuelas y pieza fundamental
en el cumplimiento de la labor de protección, educación y desarrollo de las
nuevas generaciones.